Andrea Avagnina nació en abril de 1972, en Lobos, provincia de Buenos Aires, Argentina.
Desde niña, el dibujo ha sido su medio de expresión y, a veces, su refugio. Fue en la carrera de docente de nivel inicial, cuando su profesora de artes plásticas descubrió sus dotes para el arte.
Allí comenzó a concurrir a diferentes ateliers, iniciándose con el profesor Fernando Sancho, pintor realista. Años más tarde asistió a cursos dictados en la Universidad Nacional de las Artes, donde exploró nuevas técnicas y conceptos.
Dedicada desde hace veinte años a la enseñanza, en su taller intenta acompañar a sus alumnos — que abarcan desde los 5 años a adultos mayores— en el proceso de creación, transmitiéndoles esa pasión con la que ella se manifiesta en cada una de sus obras.
Ha realizado exposiciones individuales, la última y con más relevancia fue en 2018 en Italia. Y otras grupales, que tienen características diferentes a las convencionales, donde fusiona a la música, la danza, el diseño y tantas otras disciplinas artísticas, que atrae a un público que habitualmente no visita una muestra.
Sin dudas, aquellos comienzos ligados a la pintura realista han mostrado un buen dominio de la técnica, abordando a temáticas como el paisaje rural y urbano, retratos, caballos y hasta el arte sacro, donde demuestra su admiración por los grandes maestros del Renacimiento.
Pero eso no impidió detener su búsqueda. Su espíritu, inquieto y deseoso de encontrar una identidad que la defina, la llevó por caminos impensados. Así, como la vida misma es, así de maravillosa o de dolorosa. Tal fue el caso del año 2017, en donde tuvo que afrontar cáncer de mama, que la hizo transitar un proceso de sanación y transformación.
Es aquí donde encuentra el valor de ser mujer, su fortaleza, su sensibilidad pero, por sobre todas las cosas, el poder de su sensualidad.
Fue entonces, cuando su cuerpo y su mente descansaron para curar, que se produjo ese encuentro, entre lo artístico y lo real. Aquello que tanto intentaba encontrar en el mundo exterior, vivía dentro de ella.
Su pincel dio un giro rotundo, de técnica y estilo. Acuarelas y expresionismo dejaron relumbrar el renacer de esta artista.
Hoy, no sólo podemos ver su obra sino sentirla, porque entran en escena sentimientos, pasión, erotismo, amor, encuentros y desencuentros. Y el público que las descubre interactúa y hasta se identifica con cada una. Porque Andrea les narra en imágenes, los inspira, para que nazcan poemas y desarrollen vivencias como un capítulo de una novela, esperando al siguiente, a veces sintiéndose protagonistas.
Apasionada, despojada de prejuicios, lleva impregnado un claro concepto femenino ligado al crecimiento, en la búsqueda de la mujer en el camino de la emancipación a todo mandato social ligado a sus sueños y desafíos.
1992/2014
Una etapa de descubrimientos
En su primera etapa, lienzos plasmados de bodegones, paisajes rurales y urbanos, caballos y retratos, la situaron en un estilo netamente realista, que lo mantuvo durante un período extenso.
2012
La investigación como punto de partida
Su fascinación por el arte sacro hizo que comience a investigar sobre ello. Actualmente realiza muestras de las obras que ha logrado reproducir de algunos de los autores del Renacimiento, a quienes admira profundamente.
2015
Despegar hacia otros destinos
Comienza a involucrarse, tomando clases en la UNA (Universidad Nacional de las Artes), con la teoría del color y a despegarse de ese estilo estructurado. Ya no busca la perfección, sino la libertad de expresión en las formas.
2016
La espontaneidad como medio de expresión
Fue transformándose desde su mirada hasta su paleta, desde su técnica hasta su soporte. Descubriendo la acuarela como su máximo medio de expresión, encontrando esa espontaneidad y la femineidad de su pincel como un modo de seducir a su público, que va creciendo notablemente ante esta nueva manera de pintar de la artista.